Al maestro de las tablas...

Al maestro de las tablas...
Antonin Artaud

sábado, 16 de enero de 2010

Un día cotidiano.

Mi madre ha dado a luz a mi hermana un año después he venido a compartir con ellas y mi padre sumergido en su promiscuidad retorna ambular por las calle sin un rumbo cierto, pasado como nómadas durante 17 años; ellas y yo buscando de estar bien en el mundo corroído que Dios nos ha escrito; yo de 17 años solo me preguntaba qué fuerte era mi madre darse a la tarea jironada y a la vez en su interior jocosa de tener dos descendientes que le pedían cumplir su jornada para un futuro:

Yo envuelto en mi pesadez de ver visiones sombrías creí disfrutar de esa madre que estaba a punto de lograr su jornada al recibir su jubilación, llegando la noticia, le embarga un dolor de vientre que no soportaba, común dolor de la menopausia, será normal?, pero continuo el dolor y la nostalgia de acudir al especialista, siempre jocosa de sí misma y de las vacaciones de poder estar el tiempo completo de atenderse y compartir con sus descendientes;

Pasado los días, nos conversa de buscar a nuestro padre, ya había recibido la noticia de su gran dolor en el vientre, un ser extraño que no tenia cura alguna, que dejaría de existir, y solo la esperanzaba que sus descendientes tenían un padre con quien compartir, y, logra que vivan con el padre, para tener espacio de confrontar su propio futuro;

Pasando el tiempo Dios destina su estancia con los seres vivos, para los descendientes le embarga el despedirse de su madre, cuando creían seguir compartiendo su jubilalacion y su futuro;

Llenos de interrogantica y sin la muleta acostumbrada deberíamos seguir el camino con mi padre el cual nos cuidaba hasta nos iba a buscar después de jornada diaria, pero cada día se nos presentaba con mucho más amor y delirio de lo acostumbrado;

Siempre viví estar seguro de la despedida de mi abuela por su larga trayectoria de enfermedades, como siempre espere la llegada de Dios acompañar a mi abuela por el sendero de luz divina, pero me engañe, Dios jamás me había dado la oportunidad de conocer el libro del futuro de cada quien;

Un día al tiempo mi padre se despidió en la mañana de sus descendientes con ese idilio pero al llegar la tarde; Dios lo había venido a visitarlo y minutos después se lo llevo, dejándonos acompañados con los seres queridos sin darnos ningún tipo de repuestas; el porqué pasan las cosas, mi consanguínea y yo en solo apretón de brazos desdibujamos el futuro, subsistir juntos y de vez en cuando saludar a mi abuela y sentir que para ella la ruta de la vida es larga;

Mientras las preguntas no dejan de abordar y cada momento le pido a Dios si puedo leer el libro de nuestro futuro, ese libro familiar que renombra nuestro camino y que no sabemos cuándo se va apagar la luz de nuestra existencia.

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