Al maestro de las tablas...

Al maestro de las tablas...
Antonin Artaud

sábado, 20 de febrero de 2010

El juguete

En un fin de semana, una amiga me ha invitado, a pasar junto a ella, el día en la casa del llano; acepte me parece interesante el compartir con ella y la naturaleza; una vez aceptar la invitación, era montarme en el vehículo y pasando por mi casa a retirar el equipaje, que no era muchas cosas y continuar el camino del disfrute y de escuchar los cuentos de ambos y los caminos diferentes que tomamos en nuestra vidas y por circunstancias surgió el encuentro; fatigados por el calor y la incomodidad del viaje, al fin estábamos en la casa tomando agua de panela con limón; los cuentos seguían su rumbo desde un pasado aun presente, cuando hemos sido sorprendidos por la llegada de toda su familia, donde han surgidos el estrecharse en saludos y el surgimiento de una gran fiesta del encuentro; todo un hecho tan inesperado como si lo hubiésemos planificado.

Cada uno lleno de alegría y de asombro de verse compartiendo, he invitándose a realizar labores de festejos: cocinar, brindar siempre con la alegorías de pasar el rato o los días más exitoso fuera de lo cotidiano; donde cada uno ingresaba o egresaba de cada grupitos; ya cansado de tantas emociones, del pasado no compartido, tomé rumbo a la terraza de la casa en un momento de expansión: me senté en una butaca de mimbre a contemplar el horizonte, al rato de estar ahí el sitio fue abordado por nueve niños, que traían sacos y bolsos llenos de juguetes y de una vez sacaron los juguetes entre gritos y risas formaron ciudades y casas de muñecas, dividiéndose en grupos sin escogencia alguna; al rato me puse a observarlos viendo su ingenuidad como compartían, como a su vez los pájaros y el resto de los animales e insectos; pero sentía un mormullo y una queja de de felicidad de ser liberados y tomados en cuenta sintiendo el calor y el valor que por tiempo no lo habían tomado en cuenta, y menos de ser bañados con tanto amor y cariño: desempolvar su apariencia.

Llegada de la noche entre risas, comidas, tragos y los juegos de azar, los niños cansados del disfrute se desplazaron a sus habitaciones entre bendiciones y buenas noches, como nosotros los adultos tomamos el rumbo a descansar a altas horas de la noche con el único fin de despertarnos y continuar compartiendo desde el amanecer acostumbrado del llano; cada cosa quedo como ese cuadro colgado de una pared; una pintura de un instante desdibujada por ese pincel que capta la reunión de la familia y amigos compartiendo y dándole el calor al hogar en temporadas.

Surge el despertar con el canto del gallo acompañado de los pájaros en sus diferentes especies, anunciando otro día, en la cocina canta el olor de del café recién colado, y en nosotros la mayoría el saborear de un pocillo un café caliente, al frente de ese horizonte que despierta y nos anuncia el cómo será el día; en lo particular sentí la necesidad de dirigirme a la terraza con la finalidad de apreciar el mismo cuadro del día anterior; al llegar a la terraza miles de voces chismeando como se sentían cada unos y que habían logrado; me quede, sin aliento y los ojos brillosos como si me abordaba la virginidad de la juventud: las voces decían: hay que dar gracias por sentirnos importantes que dormimos acompañados con un calor que teníamos tiempo sin sentir, pero vistes que me bajaron del pedestal que fue limpiado y que endurecía mi piel, si! Viste ese despliegue que tuvimos en el cuento de ayer me sentí importante, hoy estoy lustro si tienes razón aun que algunos dormimos aquí en el piso y no juntos como cuando se va la visita; mientras se oye una voz fuerte que nos llama desde el caney cerca de la casa; ¡vengan a comer todos, vamos familia! Que vos llena de alegría, honrada que todos disfrutáramos de las delicias preparadas; mientras compartimos la gran comilona, se escuchaba el canto de los obreros ordeñando las vacas, los árboles frutales vestían a sus frutos de la mayor brillantes invitando a ser tomados en cuenta de sus mejores propiedades; he irse con cada uno de nosotros; empero sigue el mormullo en la terraza cuchicheando lo bien que las están pasando; se torna las cuatro de la tarde, se vuelve a escuchar una vos; bueno cada quien acomodarse y recoger antes nos coja la noche en la carretera, y cada uno en la mejor disposición, tomamos la llamada con la felicidad, de haber compartido de tantas cosas, que estábamos como llenos de uno y de otros; pero se interrumpe el silencio, surgiendo una gritería en la terraza y los bolsos, como los sacos balbuceaban: otra vez somos cargados, en dirección al cuartucho donde el polvo nos asecha y esperar un día que seamos desempolvados otra vez; las otras voces comentaban en coro no nos van a llevar de viaje, nos van a dejar otra vez llevar polvo y todos juntos, surgiendo ese llanto de desesperación; mientras todos nos despedíamos llenos de sonrisa y alegrías, y promesas de un encuentro cercano y cada quien tomando rumbo particular, solo se escucha la vos: “cállense! Tomen las cosas como siempre, de tantos años, no se acostumbran a las despedidas y volver a su sitio; se les olvido que somos, empero se los recuerdo: somos simplemente unos Juguetes”.

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