Al maestro de las tablas...

Al maestro de las tablas...
Antonin Artaud

jueves, 18 de febrero de 2010

Una nota


Hoy en el presente embarcado en esta casa nueva dando rodeos, y no sé, si hay un futuro el cual no veo, solo me aborda, me secuestra ese pasado latente que no encuentro, si existe alguna solución prevista, oh que el destino existe, oh que estoy condenado por ese pasado: que está bien marcado y no sé el porqué.

Lo que sí puedo decir es: ayer era la persona soltera quien se enamoro de la belleza, de una mujer de excelente cuerpo, de una piel cristalizada, que podía exponer ante todos y todas aquellas personas que pertenecían a nuestro circulo social; excelente en la cocina, excelente compañera donde se parara, excelente en la decoración de la casa y cada cosa en su lugar como si fuese el destina de casa cosa, excelente en los quehaceres del hogar, si todas sus atribuciones nos llevaron a tener el casarnos: boda que se llevo a la orilla de un rio, extraño pero cautivador con un pastor que no sé de donde vino; así como el tour para nuestra luna de miel: no se qué tubo de miel, ay solo puedo decir donde se quedo esa miel.

Llegamos a una cabaña que estaba preparada y diseñada de todo, que no hacía falta nada para ir en busca de cosa alguna; las horas pasando con la premura de no poder tocar a esa mujer que me había cautivado por su excelencia, llegada la noche muy rápida, y entre tragos, risas de una excelencia que no se desvanecía, de pronto se levanto mi amada dirigiéndose a la alcoba, a preparar nuestra noche de idilios, una espera que me llevo seis tragos hasta la llamada de mi chica; presto me dirigí a la alcoba sin tropiezos entrando al vestideros, donde había una pijamas blancas con toda la ropa interior blanca, de una tela que jamás olvidare, metiéndome a la cama y al querer tomar a mi esposa solo toe una calavera vestida de ropas rasgadas, su piel se desvanecía como si estuviese escamando un pez; si me quede perplejo de lo visto y sentido y solo recuerdo que abordo una nube negra, al cabo de siete días ha sido encontrado sin aliento, mis amigos más allegados con las mismas ropas con que me había tenido mis nupcias.

Al llegar a mi casa nueva, me asalto la admiración de encontrar, todas y cada una de las personas que habían sido invitadas al gran matrimonio; al verme cada uno, me saluda como costumbre como si cada uno era testigo de algo que desconocía, al rato ellos se despidieron: con un apretón de mano, una palmada en el hombro un abrazo de las personas más allegadas; surge el presente sentado en la butaca recordando un pasado el cual no sé si estoy soltero, casado viudo; lo único es que tengo como siempre las manos en los bolsillos del pantalón, hurgando un papel que no sé que es; a ver que este papel, es una nota que no sé de donde vino, solo sé que es la escritura de esa quien es oh ha sido mi esposa.

La Nota, dice: jamás he sido tu esposa, no ha sido una ilusión, menos, una fantasía; ha sido una experiencia para ti haber si logras entender, que la excelencia no existe, una unión no es una mujer y un hombre que la excelencia sea lo primordial; solo que exista un amor que una a esas dos personas. Firma: El Encanto.

1 comentario:

  1. Ahm, luego te comento algo sobre la imagen...
    Bueno, Lic, vuelves a los finales inesperados, un escrito sumamente romántico y nostalgico coño... Buenísimo como siempre.

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